Sobre cómo desarrollar una visión se habla poco. Más bien las lecturas se concentran en las personalidades que han triunfado y transformado la historia de la humanidad, porque tuvieron una determinada visión, y en la manera en que lideraron a las masas y movieron recursos para alcanzar sus metas.
Pero, ¿qué es una visión?
Según el diccionario de la Real Academia Española, en sus acepciones tercera, cuarta y sexta, es la “contemplación inmediata y directa sin percepción sensible”, un “punto de vista particular sobre un tema, un asunto, etc.”, o una “creación de la fantasía o imaginación, que no tiene realidad y se toma como verdadera.” Concluimos que la visión, entonces, es subjetiva, particular y no necesariamente es compartida. ¿Será por ello que, al exponer una visión revolucionaria, innovadora o diferente, la reacción natural de quienes no la comparten sea decir: “¡Eso no se puede!”, “¡Eso es imposible!”, “¡Eso no es necesario!” o “¡Eso es muy difícil!”?
Según la Facultad de Contaduría y Administración de la Universidad Nacional Autónoma de México: “… entenderemos por visión la meta que a largo plazo pretende alcanzar la empresa… Por lo tanto, podemos decir que la visión es la forma como la organización se visualiza en un período determinado…”
Generemos una definición más cercana a nuestro contexto como líderes o gerentes: la visión es la concepción de una idea que se materializará en el futuro. Es la proyección de las acciones y los recursos necesarios para concretar un pensamiento que hemos desarrollado cognitivamente. En otras palabras, es algo que ideamos, algo que no existe hoy, pero que existirá en el futuro porque tenemos la capacidad de hacer realidad lo que en algún momento fue un sueño.
He visto a lo largo de mis años de trabajo en los negocios, que es muy difícil enseñar cómo desarrollar una visión. Me he encontrado en situaciones en las cuales explico mi enfoque sobre un asunto determinado, frente a mi equipo de trabajo y me miran como si lo que expongo no solo es un imposible, sino el producto de la imaginación de un orate. Es allí cuando debe intervenir el liderazgo, el conocimiento, la capacidad de influenciar y convencer, para que las personas sincronicen con la idea, la encuentren no solamente factible sino que imaginen sus posibilidades y ejecuten tareas en ese sentido, hacia la puesta en marcha de esa visión, que ya debe ser compartida por todos.
Una forma de estimular la concepción de una visión es haciendo preguntas como ¿qué quieres lograr?, ¿qué quiere el consumidor?, ¿qué quieren los clientes?, ¿qué esperamos del futuro?, ¿cómo solucionamos el problema?, ¿qué queremos ser o hacer?, ¿cómo queremos que funcione el equipo? Una vez que las preguntas están definidas, los conocimientos y el aprendizaje juegan roles fundamentales, porque abren las perspectivas sobre las verdaderas posibilidades o la factibilidad de que la idea concebida se pueda materializar.
Mientras más perspectiva y educación se tenga, mayor será la posibilidad de hacerse las preguntas adecuadas y de contar con los conocimientos necesarios para liderar la ejecución de un plan. Sin embargo, el factor fundamental es la pasión. Cuando nos enamoramos de una idea – proyecto o visión -, cuerpo, mente y alma se fusionan para vivirla, para hacerla realidad. Vida y acciones diarias deben estar dirigidas a la materialización del futuro que ideamos para nosotros.
Frases motivacionales e incluso algunas que ya se han convertido en mantra para muchas personas, pueden ayudarnos a entender cómo debemos percibir la visión. Como ejemplo podemos revisar estas frases célebres de Walt Disney:
“No duermas para descansar, duerme para soñar. Porque los sueños están por cumplirse.”
“Todos tus sueños se pueden hacer realidad, si tienes el valor para perseguirlos.”
“La manera de comenzar es dejar de hablar y comenzar a actuar.”
“Obtén una buena idea y apégate a ella hasta que esté hecha correctamente.”
“La gente me pregunta con frecuencia si conozco el secreto del triunfo y si puedo decirle a los demás cómo hacer que sus sueños se hagan realidad. Mi respuesta es, solo lo consigues trabajando.”
“Si lo puedes soñar, lo puedes hacer.”
Para concluir estas reflexiones, quisiera compartir cuatro ejercicios fundamentales, que recomiendo porque creo en ellos totalmente:
• Abrirse a la observación – a veces en los mínimos detalles está la respuesta.
• Viajar – nos da perspectivas diferentes sobre las situaciones; nos muestra que cada región, cada comunidad y cada persona, ven las cosas desde una óptica diferente a la nuestra. Eso nos enseñará a ser más tolerantes, pero también nos inspirará a lo largo de nuestras vidas.
• Tener amigos – escuchar sus vivencias y experiencias es otra manera de aprender, ya que las historias de cada uno alimentan nuestra imaginación y nos dan una referencia distinta a la nuestra.
• Por último, aprender a ver el lado amable de los fracasos o de las pérdidas, y sonreír – siguiendo el adagio “al mal tiempo, buena cara”, ambos nos abren más caminos de los esperados.
Recordemos que hay que fracasar muchas veces para tener éxito.