A veces nos preguntamos si lo que nos rodea (situaciones y personas) son una especie de castigo por algo que hicimos o dejamos de hacer, sin percatarnos de ello. En realidad, si prestamos atención y nos salimos de nuestro entorno o de nuestro microcosmos, observaremos que estas circunstancias que calificamos como adversas, no son exclusivas o no están dedicadas especialmente a nosotros. Sin embargo, la intención de este artículo, no es llamar la atención sobre nuestra necesidad de ser el centro de los acontecimientos ni mucho menos. Al contrario, queremos mostrar nuestra solidaridad y compartir algunos tips para manejar la frustración que pueden generar en nosotros estas situaciones inesperadas o contrarias a lo que esperamos y deseamos.

 

Comencemos planteándonos algunas interrogantes: ¿Percibimos que las cosas no se desarrollan como esperamos? ¿Tenemos muchos problemas? ¿Deseamos algo, pero no lo podemos lograr? ¿Nuestros seres queridos están sufriendo o padeciendo estas situaciones y no lo podemos evitar?

 

Probablemente hemos respondido afirmativamente a más de uno de estos cuestionamientos. Y esta es la realidad que todos vivimos día a día porque todos los seres humanos nos hemos sentido frustrados en algún momento de nuestras vidas. Esta es una condición natural en nosotros. Pensemos en que todos hemos tenido un proyecto, un deseo, una meta, que por algún motivo que no está en nosotros, que se escapa de nuestro control, no puede concretarse. Esto nos genera desazón, o tristeza por no haber alcanzado ese objetivo en ese momento. Eso es lo que llamamos frustración y el desafío está en manejarla y superarla.
¿Cómo podemos lidiar con este sentimiento y no permitir que nos domine?

  1. Identificar qué nos está molestando: Es vital reconocer realmente qué nos está frustrando. Parece sencillo, pero no lo es, ya que a veces hay tantos elementos disruptivos en nuestra rutina diaria, así como en la interacción habitual con otros, que no logramos distinguir la verdadera causa de nuestra angustia. Si es necesario, escribamos en papel cuáles son los aspectos que nos generan esta desilusión. Si percibimos que son muchos, analicemos cuáles engloban a otros, cuáles son realmente importantes y decisivos, y desechemos los que simplemente fueron un momento o impasse en el ambiente familiar, social, laboral o de estudios.
  2. Definamos qué podemos hacer al respecto: Encontraremos que en la gran mayoría de los casos hay algo que podemos hacer para cambiar o mejorar la situación que nos está generando esta incomodidad o malestar. Debemos preguntarnos qué estamos haciendo que no está funcionando y debemos cambiarlo. Nuestra lista puede darnos luces acerca de qué estamos dejando de hacer para salir de esta situación que nos angustia. Y en todo caso, si estamos ya trabajando en solucionar estos eventos que nos estresan o que nos entristecen, sepamos ser pacientes y recordemos que, con cada día que pase, estaremos más cerca de obtener una solución a nuestro problema.
  3. Evitemos a toda costa descargar nuestra frustración en personas inocentes del mal rato que estamos pasando: A veces la molestia se transforma en ira y quienes resultan lastimados por nuestra pérdida de control, son nuestros seres queridos. Esto implica que, aunque nuestros problemas nos sobrepasen, no debemos perder de vista los límites tanto de respeto como de convivencia.

 

  1. Enfrentemos el ojo del huracán: En principio debemos afrontar la circunstancia con valentía, enfrentar la situación, encarar a las personas involucradas y comunicarnos efectivamente, etc. Si no nos sentimos preparados aún para ir de plano hacia lo que nos angustia, busquemos ayuda en algún profesional (psicólogo, terapeuta, coach, pastor), que pueda escuchar y aconsejar cuál puede ser una vía para solucionar estos inconvenientes y la depresión que puede estar generando. Evidentemente debemos explicar con sinceridad lo que sentimos y debemos estar abiertos a aceptar las propuestas que nos planteen estos profesionales. Pero sobre todo debemos poner manos a la obra y comprometernos a salir de ese estado que nos agobia.

 

  1. Seamos flexibles: Determinemos qué aspectos estamos dispuestos a negociar para una solución efectiva. Tengamos claro que debemos estar dispuestos a ceder para vencer la frustración. Recordemos que todo lo que vale la pena es lo que amerita un esfuerzo para obtenerlo. Asimismo debemos recordar que con actitudes cerradas, negativas o pesimistas es muy poco lo que podemos avanzar hacia la solución de nuestros problemas.
  2. Voluntad de hierro: Si hay algo que no está funcionando para nosotros debemos cambiarlo. No podemos controlar a los demás, ni esperar que la solución venga de otros. Definitivamente lo que podemos cambiar son nuestras propias acciones. Si ya hemos definido que nuestro problema tiene solución y que está en nosotros el cambiarlo, seamos valientes, cambiemos nuestra realidad y lo que nos está causando frustración.

 

Tenemos el poder para cambiar nuestra situación. Las circunstancias no son para siempre ni están dedicadas exclusivamente para nosotros. Seamos artífices de nuestro futuro.